Hola mi amor, no sé porque he
comenzado a escribir esto hoy. Será porque por fin llegó la inspiración, será
porque el silencio de mi casa me ayuda a escribir pero la principal razón por
la que estoy escribiendo esto eres TÚ.
Me alegras la vida ¿Lo sabías? Todos
y cada uno de los instantes de mi vida están llenos de tu esencia. Llenos de tu
vida de tu amor. Inundas todo mi cuerpo, cada día te apoderas de un mayor parte
de él y el proceso no tiene pinta de querer detenerse.
Día a día me planteo esta pregunta
¿Por qué yo? Aún no le he encontrado respuesta, de verdad que no y esto no lo
digo por falsa modestia ni nada por el estilo, lo digo porque de verdad me
considero la persona más afortunada.
¿Quién no busca aquello que los cuentos
llaman “amor verdadero”? ¿Quién? Creo sinceramente que todo el mundo en algún
momento de su vida desea encontrar a ese alguien, ese alguien que te saca una
sonrisa en los peores momentos, que te da sorpresa tras sorpresa, que te abraza
cuando tienes miedo o cuando simplemente lo necesitas, que te comprende, que te
apoya al doscientos por cien, que te soporta en esos días en los que ni tú
mismo te aguantas, en definitiva, que está ahí para ti, pase lo que pase.
Todo eso yo ya lo tengo, con menos de
20 años, por lo que créeme cuando te digo que no te pienso dejar escapar. No,
sé que sería el mayor error de mi vida hacerlo.
Tampoco quiero haceros creer que todo
es un cuento de hadas, todo rosa, bonito, no, no lo es. Hay broncas,
malentendidos, discusiones, gritos, llantos, pero también hay reconciliaciones,
ese ¿me perdonas amor? Y ese claro que sí mi vida, sólo ha sido una bronca
tonta, dame un abrazo/beso, y todo lo demás que puede conllevar una
reconciliación si en vez de separarnos un teléfono, nos separan unos metros.
Eso es lo que diferencia a las buenas
parejas, a las que están destinadas a durar del resto, su capacidad de aguante,
de saber perdonar, de saber ponerse en el lugar del otro y de que las ganas de
arreglarlo y volver a ser los mismos sigan ahí.
Eres un todo, un todo que si no está
reduce mi mundo a la nada, porque seamos sinceros, después de que hayas entrado
en mi vida, no me imagino una vida sin ti.
Sin tu forma de levantarte con los
ojos entrecerrados un rato como diciendo ¿Dónde estoy? Y esa sonrisa que te
sale instantes después, con tu pelo alborotado y las legañas, la forma de darme
ese primer beso matutino que sabe tan bien, y todo lo que viene después.
Tú y tu forma de comer mirando al
infinito y “pensando” y tu forma de mirarme cuando te digo eooo!! Tú forma de
beber la leche y que se te quede algo en los labios, me encanta cuando te lo
limpias con la mano, eres lo más bonito del mundo. Me encanta mirarte cuando te
arreglas, te vistes y todo lo demás. Me encantan las ganas que tengo de volver
a desvestirte en ese maldito instante. Tú forma de meterme prisa y a veces tu
forma de ser tranquila.
Salir a la calle y mirar tu cara
cuando te da el sol, es francamente graciosa, la forma de cogerme la mano y
darme besitos por el cuello. Esos te quieros cuando el semáforo está en rojo y
ese beso no dado porque el semáforo cambia de color. Esa vagueza tuya al andar
unos días y esas ganas de recorrerte todo Madrid otros. Esa forma tuya de
liarlo todo en la cocina, esas risas preparando la cena. Esas ganas tuyas de
atiborrarme de comida (de croquetas en especial), aunque a decir verdad, no
importa, porque estar contigo da hambre, da mucha hambre. Esa frase tan tuya
que viene después de mi “me voy a duchar” y todo lo que viene detrás para lo que
de verdad te lo digo no hay palabras.
Por último ese buenas noches cielo ha
sido un día genial, y mi último pensamiento antes de cerrar los ojos siempre
es, soy la persona más jodidamente afortunada de este mundo.
Te quiero amor.
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