lunes, 3 de diciembre de 2012

ella


Hola mi amor, no sé porque he comenzado a escribir esto hoy. Será porque por fin llegó la inspiración, será porque el silencio de mi casa me ayuda a escribir pero la principal razón por la que estoy escribiendo esto eres TÚ.
Me alegras la vida ¿Lo sabías? Todos y cada uno de los instantes de mi vida están llenos de tu esencia. Llenos de tu vida de tu amor. Inundas todo mi cuerpo, cada día te apoderas de un mayor parte de él y el proceso no tiene pinta de querer detenerse.
Día a día me planteo esta pregunta ¿Por qué yo? Aún no le he encontrado respuesta, de verdad que no y esto no lo digo por falsa modestia ni nada por el estilo, lo digo porque de verdad me considero la persona más  afortunada.
¿Quién no busca aquello que los cuentos llaman “amor verdadero”? ¿Quién? Creo sinceramente que todo el mundo en algún momento de su vida desea encontrar a ese alguien, ese alguien que te saca una sonrisa en los peores momentos, que te da sorpresa tras sorpresa, que te abraza cuando tienes miedo o cuando simplemente lo necesitas, que te comprende, que te apoya al doscientos por cien, que te soporta en esos días en los que ni tú mismo te aguantas, en definitiva, que está ahí para ti, pase lo que pase.
Todo eso yo ya lo tengo, con menos de 20 años, por lo que créeme cuando te digo que no te pienso dejar escapar. No, sé que sería el mayor error de mi vida hacerlo.
Tampoco quiero haceros creer que todo es un cuento de hadas, todo rosa, bonito, no, no lo es. Hay broncas, malentendidos, discusiones, gritos, llantos, pero también hay reconciliaciones, ese ¿me perdonas amor? Y ese claro que sí mi vida, sólo ha sido una bronca tonta, dame un abrazo/beso, y todo lo demás que puede conllevar una reconciliación si en vez de separarnos un teléfono, nos separan unos metros.
Eso es lo que diferencia a las buenas parejas, a las que están destinadas a durar del resto, su capacidad de aguante, de saber perdonar, de saber ponerse en el lugar del otro y de que las ganas de arreglarlo y volver a ser los mismos sigan ahí.
Eres un todo, un todo que si no está reduce mi mundo a la nada, porque seamos sinceros, después de que hayas entrado en mi vida, no me imagino una vida sin ti.
Sin tu forma de levantarte con los ojos entrecerrados un rato como diciendo ¿Dónde estoy? Y esa sonrisa que te sale instantes después, con tu pelo alborotado y las legañas, la forma de darme ese primer beso matutino que sabe tan bien, y todo lo que viene después.
Tú y tu forma de comer mirando al infinito y “pensando” y tu forma de mirarme cuando te digo eooo!! Tú forma de beber la leche y que se te quede algo en los labios, me encanta cuando te lo limpias con la mano, eres lo más bonito del mundo. Me encanta mirarte cuando te arreglas, te vistes y todo lo demás. Me encantan las ganas que tengo de volver a desvestirte en ese maldito instante. Tú forma de meterme prisa y a veces tu forma de ser tranquila.
Salir a la calle y mirar tu cara cuando te da el sol, es francamente graciosa, la forma de cogerme la mano y darme besitos por el cuello. Esos te quieros cuando el semáforo está en rojo y ese beso no dado porque el semáforo cambia de color. Esa vagueza tuya al andar unos días y esas ganas de recorrerte todo Madrid otros. Esa forma tuya de liarlo todo en la cocina, esas risas preparando la cena. Esas ganas tuyas de atiborrarme de comida (de croquetas en especial), aunque a decir verdad, no importa, porque estar contigo da hambre, da mucha hambre. Esa frase tan tuya que viene después de mi “me voy a duchar” y todo lo que viene detrás para lo que de verdad te lo digo no hay palabras.
Por último ese buenas noches cielo ha sido un día genial, y mi último pensamiento antes de cerrar los ojos siempre es, soy la persona más jodidamente afortunada de este mundo.
Te quiero amor.

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